Eterna niñez. (Bellatrix Fox)
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Eterna niñez. (Bellatrix Fox)
Esta es una pequeña y cutre historia que he hecho por aburrimiento. No está muy pulida ni creo haber puesto mucho esfuerzo, pero puede que añada o modifique cosas con el paso del tiempo. Al final, en cursiva, he añadido una explicación de el futuro a gran escala. Ruego no os desagrade ...
Eterna niñez.
Lus sucesos especiales pocas veces ocurren en días especiales. Son los mismos sucesos los que hacen que un día, hasta entonces normal, adquiera alguna clase de significado a partir de entonces y, de una forma u otra, se vuelva especial.
Tampoco los sucesos especiales tienen que ser estrictamente buenos. Simplemente significa que se sale de lo común, que no es lo acostumbrado.
Probablemente esto no lo aprendí hasta que el suceso más especial y terrible de mi corta vida … Sucedió un día como otro cualquiera.
La luz del sol se filtraba por los cristales aquel viernes de mayo a las once y media de la mañana, pero yo, ocupada resolviendo un ejercicio mientras la clase, a mi espalda, hacía cada vez más ruído; no prestaba atención al brillo que provenía del exterior. Justo cuando despegué mi mano para detener mi escritura, el sonido de la campana hizo que el barullo aumentara. La gente te levantó, sin esperar siquiera a que el profesor hablara, y comenzó a salir desordenadamente de la clase, entre risas.
Suspiré y me giré. Pude ver como uno de los alumnos barría la superficie de mi mesa con el brazo, tirando todas mis cosas al suelo, antes de hacerme un grosero gesto y marcharse sacando pecho con sus amigos. Me acerqué a mi mesa y me agaché, comenzando a buscar mis pertenencias dispersas. Pronto noté como alguien se agachaba a mi lado y me ayudaba a recoger. Dirigí una agradecida mirada a la pálida muchacha de cabello castaño claro y ojos azules que me respondió con una sonrisa.
– ¿No te cansas nunca de agacharte a recoger cosas? – me preguntó sin dejar de sonreír, con cierto tono de burla en su voz.
Suspiré algo desanimada.
– No les caigo bien …
– Eso es porque tú sacas buenas notas y ellos no – comentó tomando un lápiz al que se le había roto la mina con la caída –. Es eso o es que quiere enrrollarse contigo.
– Eve, no estoy para bromas … -murmuré con desgana, recogiendo el último bolígrafo y poniéndome en pie.
Ella también se irguió y me miró mientras una pícara sonrisa atravesaba su rostro.
– Venga, Bell … Ya va siendo hora de que te plantees pensar un poco en chicos, ¿no te parece?
Puse los ojos en blanco y terminé de guardar mis cosas antes de dignarme a responder.
– No tengo ni quince años, Eve. ¿Por qué habría de pensar en chicos? Ya tendré tiempo de pensar en ellos algún día, lo cual no me agrada. Si pudiera librarme de esas hormonas que acaban haciéndote ceder ante el encaprichamiento adolescente la mitad de mis problemas futuros estarían resueltos, pero sé que es imposible. Terminaré pensando en hombres algún día.
Mi amiga retiró un mechón de cabello de sus ojos y lo colocó tras su oreja, visiblemente feliz.
– Deberías hacer como yo. Los hombres son idiotas, ya lo ves. ¿Por qué no te abres a otras posibilidades más inteligentes, Cascabel? - rió y no pude evitar sonreír.
– ¿Acaso no piensas dejar de intentarlo nunca? – inquirí, de mejor humor, mientras ambas caminábamos hacia la puerta para salir de la clase.
– ¡Claro que no! ¡Lograré convertirte, ya verás!
Sonreí de medio lado al oír sus palabras. Jamás dejaba de repetir eso. “¡Te convertiré!” y “Tranquila … Te protegeré para siempre”. Era mi única amiga, pero la chica más dulce del mundo. Por eso, y por el gran aprecio que sentía por ella, nunca me importó que sus continuos abrazos y manoseos hicieran que los demás hablasen de “las lesbianas”. Éramos, simplemente, dos amigas aisladas del resto del mundo y, realmente, ninguna de las dos necesitaba a nadie más.
Con el paso del día, el sol iba pegando más y más fuerte. Pronto las pocas prendas de abrigo de manga larga que había por la zona habían sido relevadas de sus puestos para estár atadas a las cinturas o colgadas en las sillas. Cuando, finalmente, el timbre del final de la jornada escolar alivió a todos los presentes, el aula fue abandonada y cada cual tomó su ruta de vuelta habitual.
Yo volvía con Eve la mitad del trayecto, hasta que ella se desviaba para ir a su casa, a quince minutos de la mía. En ese día hablábamos simplemente de algunos acontecimientos de la mañana, tranquilas, mientras cada paso nos acercaba poco a poco, sin que nos percatáramos, al final de la perfecta tranquilidad que nos rodeaba. Ninguna supo sentir como nos acercábamos al caos.
- ¿Y que nota sacaste en el de mates?
- La de siempre …
- ¡¿Otro dos?! Eve … Deberías pedirme ayuda.
Más cerca del caos.
- Sí … Me lo dijo … Qué marrón, ¿verdad?
Alejándonos de la tranquilidad a cada segundo. A cada paso.
- No deberías ser así, mi pequeña Bella …
- Simplemente no me gustan. Los chicos son unos pesados. Sólo se ríen de mí.
Eve sonrió con amargura.
- No es tan simple. A mí, por ejemplo, me gustan las chicas. Pero a ti no. No será que no crees en el amor, ¿verdad?
Negué.
- Simplemente quiero esperar un poco más a sentirlo … Todavía somos niñas.
Llegamos al punto de despedida y me tomó por los hombros, acercándose a mi rostro, seria, mientras clavaba su mirada en la mía, con gravedad.
- No eres una niña, Bella … Si fueras una niña no te preguntaría sobre amor … Ni sobre chicos … Dices serlo, pero … ¿No lo ves? Estudias, trabajas, te esfuerzas … Te encierras a hincar los codos y apenas te veo fuera de clase. Estudios, estudios, estudios … No trates de convencerte de que eres una niña. La infancia que dices vivir se evapora mientras dedicas todo tu tiempo al esfuerzo y, cuando ya no te quede infancia ni tiempo … Deberías ser menos seria. Jugar más.
Suspiró. Todavía oigo retumbar aquellas dos últimas frase en mi mente.
“No trates de madurar antes de estar preparada. Si quieres alargar tu felicidad, alarga un poco esa niñez que te niegas a vivir.”
Y, como cada día, nos despedimos. Como cada día, cada una de nosotras tomó una dirección diferente. Como cada día, yo no pensaba; simplemente miraba mis pies avanzando uno tras otro mientras trataba de imaginar lo que se sentiría al volar a toda velocidad. Como cada día, el semáforo que tenía que cruzar antes de llegar a mi casa estaba en rojo. Como cada día, me pregunté qué habría de comer mientras esperaba a que su paso a verde me cediera el paso. Como cada día, no había nada aparentemente distinto. Como cada día, el perro del vecino salió a ladrar al oírme pasar. Como cada día, pude ver, a lo lejos, mientras alzaba la vista para mirar al frente, me pregunté si alguna vez cambiaría algo.
Sirenas. Luces. Coches de policía. Ambulancias. Humo. Fuego. Sollozos. Caos. Miedo.
Corrí hacia mi casa cuando todas las imágenes se superpusieron y me hicieron no ver nada en realidad. Unos hombres me apartaron al verme acercarme.
- No te acerques, niña … Ha habido un accidente.
Todo daba vueltas.
“¡¿Qué pasó?!” deseé preguntar, asustada, mas sólo logré quedarme allí plantada, inmóvil.
Otra persona se acercó y la miré. Mi hermana mayor. Lloraba y me miraba, sin más. Me abrazó. Sentí mi corazón encogerse. Quise gritar, correr, alejarme y a la vez internarme en aquel escenario que no lograba comprender.
Al día siguiente, mientras mi hermana y yo estábamos sentadas y diversas personas se apelotonaban a nuestro alrededor murmurando palabras de pésame, muchas veces, irreales, sentí que nada era lógico. Desde una fotografía podía ver a mis padres, conmigo en brazos, mirándome. Estaban allí, en ese lugar, pero ea la vez habían desaparecido del mundo para siempre.
“Un matrimonio fallece en un accidente de moto al ser arrollados por un caminón a escasos metros de la puerta de su casa” “Muchacha de diecisiete años presencia atropello brutal” “Dos hermanas, ambas menores, huérfanas por terrible accidente”
Soledad. Muerte. Destrucción. De pronto me sentí débil. Demasiado débil para soportar esa carga. No era una adulta todavía, pero había querido comportarme como tal y, sin embargo, ahora no parecía tan importante ser adulto. Nada cambiaba.
Las palabras de Eve llenaron mi mente.
- No madurar hasta … no estar preparada …
Y así lo deseé. No ser adulta todavía. No ser adulta jamás. Simplemente divertirme y ser niña. Imaginar, aunque fuera un sueño, que regresaba al pasado. Que volvía al día en el que, alejándome del presente, todo volvía a ser como “como cada día”.
Bellatrix Fox siempre había deseado sentir el viento afilado rozar su rostro. Desde pequeña, las motos la entusiasmaban, pues creía que con ellas podía cumplir ese deseo. Poco antes de cumplir los quince años, sus padres fallecieron en un accidente de moto. Debido a esto, tuvo una regresión psicológica, anclándose en el pasado y generando un ligero “transtorno de personalidad”, pese a que realmente no llega a ser otra persona ni a perder los recuerdos de una personalidad al encontrarse en la otra. Es más parecido a un fuerte desequilibrio emocional que la hace tener cambios de humor estipulados y exageradamente bruscos. “Bell” y “Bella”
“Bell”. La pequeña niña en la que Bellatrix se oculta, debido a su falta de madurez, para no sentir el dolor de no ser capaz de asimilar el mundo adulto. Es demasiado optimista e infantil, pues sólo pretende maquillar el mundo para calmar su dolor.
“Bella”. Ligeramente amargada y malhumorada. Es la parte “infeliz” de Bellatrix, que se muestra en menores ocasiones, pero con más intensidad. Se caracteriza por su forma de ver las cosas, a veces, demasiado dura y cruel. No cuenta con ninguna clase de optimismo. Es, simplemente, demasiado realista. Sabe que la vida es dura y no se permite soñar.
A veces, sin embargo, adquiere de pronto, aunque sea tan sólo unos segundos, un comportamiento intermedio carente de extravagantes actos o de pesimistas palabras. Cuando esto ocurre es, simplemente, que Bellatrix se acerca de nuevo a la realidad. Si su estado psicológico lograra estabilizarse y Bell lograra madurar y superar su miedo, es probable que el proceso se revirtiese hasta que ella pudiera controlar de nuevo sus emociones.
Adora el chocolate pues, al igual que ella cubre su dolor con falso optimismo, este alimento camufla su amargura añadiendo grandes dosis de azúcar. Se siente, de alguna forma, identificada.
El accidente de sus padres no hizo que desease de querer una moto, lo que le acarreó un conflicto con su hermana mayor. Ella, simplemente, no quiere hacer que malos acontecimientos pasados hagan mella en lo que desea.
De alguna forma, Bellatrix se cree incapaz de enamorarse, pues su pensamiento infantil, pero adulto en el fondo, le hace creer que el amor está muy lejos.
Eterna niñez.
Lus sucesos especiales pocas veces ocurren en días especiales. Son los mismos sucesos los que hacen que un día, hasta entonces normal, adquiera alguna clase de significado a partir de entonces y, de una forma u otra, se vuelva especial.
Tampoco los sucesos especiales tienen que ser estrictamente buenos. Simplemente significa que se sale de lo común, que no es lo acostumbrado.
Probablemente esto no lo aprendí hasta que el suceso más especial y terrible de mi corta vida … Sucedió un día como otro cualquiera.
La luz del sol se filtraba por los cristales aquel viernes de mayo a las once y media de la mañana, pero yo, ocupada resolviendo un ejercicio mientras la clase, a mi espalda, hacía cada vez más ruído; no prestaba atención al brillo que provenía del exterior. Justo cuando despegué mi mano para detener mi escritura, el sonido de la campana hizo que el barullo aumentara. La gente te levantó, sin esperar siquiera a que el profesor hablara, y comenzó a salir desordenadamente de la clase, entre risas.
Suspiré y me giré. Pude ver como uno de los alumnos barría la superficie de mi mesa con el brazo, tirando todas mis cosas al suelo, antes de hacerme un grosero gesto y marcharse sacando pecho con sus amigos. Me acerqué a mi mesa y me agaché, comenzando a buscar mis pertenencias dispersas. Pronto noté como alguien se agachaba a mi lado y me ayudaba a recoger. Dirigí una agradecida mirada a la pálida muchacha de cabello castaño claro y ojos azules que me respondió con una sonrisa.
– ¿No te cansas nunca de agacharte a recoger cosas? – me preguntó sin dejar de sonreír, con cierto tono de burla en su voz.
Suspiré algo desanimada.
– No les caigo bien …
– Eso es porque tú sacas buenas notas y ellos no – comentó tomando un lápiz al que se le había roto la mina con la caída –. Es eso o es que quiere enrrollarse contigo.
– Eve, no estoy para bromas … -murmuré con desgana, recogiendo el último bolígrafo y poniéndome en pie.
Ella también se irguió y me miró mientras una pícara sonrisa atravesaba su rostro.
– Venga, Bell … Ya va siendo hora de que te plantees pensar un poco en chicos, ¿no te parece?
Puse los ojos en blanco y terminé de guardar mis cosas antes de dignarme a responder.
– No tengo ni quince años, Eve. ¿Por qué habría de pensar en chicos? Ya tendré tiempo de pensar en ellos algún día, lo cual no me agrada. Si pudiera librarme de esas hormonas que acaban haciéndote ceder ante el encaprichamiento adolescente la mitad de mis problemas futuros estarían resueltos, pero sé que es imposible. Terminaré pensando en hombres algún día.
Mi amiga retiró un mechón de cabello de sus ojos y lo colocó tras su oreja, visiblemente feliz.
– Deberías hacer como yo. Los hombres son idiotas, ya lo ves. ¿Por qué no te abres a otras posibilidades más inteligentes, Cascabel? - rió y no pude evitar sonreír.
– ¿Acaso no piensas dejar de intentarlo nunca? – inquirí, de mejor humor, mientras ambas caminábamos hacia la puerta para salir de la clase.
– ¡Claro que no! ¡Lograré convertirte, ya verás!
Sonreí de medio lado al oír sus palabras. Jamás dejaba de repetir eso. “¡Te convertiré!” y “Tranquila … Te protegeré para siempre”. Era mi única amiga, pero la chica más dulce del mundo. Por eso, y por el gran aprecio que sentía por ella, nunca me importó que sus continuos abrazos y manoseos hicieran que los demás hablasen de “las lesbianas”. Éramos, simplemente, dos amigas aisladas del resto del mundo y, realmente, ninguna de las dos necesitaba a nadie más.
Con el paso del día, el sol iba pegando más y más fuerte. Pronto las pocas prendas de abrigo de manga larga que había por la zona habían sido relevadas de sus puestos para estár atadas a las cinturas o colgadas en las sillas. Cuando, finalmente, el timbre del final de la jornada escolar alivió a todos los presentes, el aula fue abandonada y cada cual tomó su ruta de vuelta habitual.
Yo volvía con Eve la mitad del trayecto, hasta que ella se desviaba para ir a su casa, a quince minutos de la mía. En ese día hablábamos simplemente de algunos acontecimientos de la mañana, tranquilas, mientras cada paso nos acercaba poco a poco, sin que nos percatáramos, al final de la perfecta tranquilidad que nos rodeaba. Ninguna supo sentir como nos acercábamos al caos.
- ¿Y que nota sacaste en el de mates?
- La de siempre …
- ¡¿Otro dos?! Eve … Deberías pedirme ayuda.
Más cerca del caos.
- Sí … Me lo dijo … Qué marrón, ¿verdad?
Alejándonos de la tranquilidad a cada segundo. A cada paso.
- No deberías ser así, mi pequeña Bella …
- Simplemente no me gustan. Los chicos son unos pesados. Sólo se ríen de mí.
Eve sonrió con amargura.
- No es tan simple. A mí, por ejemplo, me gustan las chicas. Pero a ti no. No será que no crees en el amor, ¿verdad?
Negué.
- Simplemente quiero esperar un poco más a sentirlo … Todavía somos niñas.
Llegamos al punto de despedida y me tomó por los hombros, acercándose a mi rostro, seria, mientras clavaba su mirada en la mía, con gravedad.
- No eres una niña, Bella … Si fueras una niña no te preguntaría sobre amor … Ni sobre chicos … Dices serlo, pero … ¿No lo ves? Estudias, trabajas, te esfuerzas … Te encierras a hincar los codos y apenas te veo fuera de clase. Estudios, estudios, estudios … No trates de convencerte de que eres una niña. La infancia que dices vivir se evapora mientras dedicas todo tu tiempo al esfuerzo y, cuando ya no te quede infancia ni tiempo … Deberías ser menos seria. Jugar más.
Suspiró. Todavía oigo retumbar aquellas dos últimas frase en mi mente.
“No trates de madurar antes de estar preparada. Si quieres alargar tu felicidad, alarga un poco esa niñez que te niegas a vivir.”
Y, como cada día, nos despedimos. Como cada día, cada una de nosotras tomó una dirección diferente. Como cada día, yo no pensaba; simplemente miraba mis pies avanzando uno tras otro mientras trataba de imaginar lo que se sentiría al volar a toda velocidad. Como cada día, el semáforo que tenía que cruzar antes de llegar a mi casa estaba en rojo. Como cada día, me pregunté qué habría de comer mientras esperaba a que su paso a verde me cediera el paso. Como cada día, no había nada aparentemente distinto. Como cada día, el perro del vecino salió a ladrar al oírme pasar. Como cada día, pude ver, a lo lejos, mientras alzaba la vista para mirar al frente, me pregunté si alguna vez cambiaría algo.
Sirenas. Luces. Coches de policía. Ambulancias. Humo. Fuego. Sollozos. Caos. Miedo.
Corrí hacia mi casa cuando todas las imágenes se superpusieron y me hicieron no ver nada en realidad. Unos hombres me apartaron al verme acercarme.
- No te acerques, niña … Ha habido un accidente.
Todo daba vueltas.
“¡¿Qué pasó?!” deseé preguntar, asustada, mas sólo logré quedarme allí plantada, inmóvil.
Otra persona se acercó y la miré. Mi hermana mayor. Lloraba y me miraba, sin más. Me abrazó. Sentí mi corazón encogerse. Quise gritar, correr, alejarme y a la vez internarme en aquel escenario que no lograba comprender.
Al día siguiente, mientras mi hermana y yo estábamos sentadas y diversas personas se apelotonaban a nuestro alrededor murmurando palabras de pésame, muchas veces, irreales, sentí que nada era lógico. Desde una fotografía podía ver a mis padres, conmigo en brazos, mirándome. Estaban allí, en ese lugar, pero ea la vez habían desaparecido del mundo para siempre.
“Un matrimonio fallece en un accidente de moto al ser arrollados por un caminón a escasos metros de la puerta de su casa” “Muchacha de diecisiete años presencia atropello brutal” “Dos hermanas, ambas menores, huérfanas por terrible accidente”
Soledad. Muerte. Destrucción. De pronto me sentí débil. Demasiado débil para soportar esa carga. No era una adulta todavía, pero había querido comportarme como tal y, sin embargo, ahora no parecía tan importante ser adulto. Nada cambiaba.
Las palabras de Eve llenaron mi mente.
- No madurar hasta … no estar preparada …
Y así lo deseé. No ser adulta todavía. No ser adulta jamás. Simplemente divertirme y ser niña. Imaginar, aunque fuera un sueño, que regresaba al pasado. Que volvía al día en el que, alejándome del presente, todo volvía a ser como “como cada día”.
Bellatrix Fox siempre había deseado sentir el viento afilado rozar su rostro. Desde pequeña, las motos la entusiasmaban, pues creía que con ellas podía cumplir ese deseo. Poco antes de cumplir los quince años, sus padres fallecieron en un accidente de moto. Debido a esto, tuvo una regresión psicológica, anclándose en el pasado y generando un ligero “transtorno de personalidad”, pese a que realmente no llega a ser otra persona ni a perder los recuerdos de una personalidad al encontrarse en la otra. Es más parecido a un fuerte desequilibrio emocional que la hace tener cambios de humor estipulados y exageradamente bruscos. “Bell” y “Bella”
“Bell”. La pequeña niña en la que Bellatrix se oculta, debido a su falta de madurez, para no sentir el dolor de no ser capaz de asimilar el mundo adulto. Es demasiado optimista e infantil, pues sólo pretende maquillar el mundo para calmar su dolor.
“Bella”. Ligeramente amargada y malhumorada. Es la parte “infeliz” de Bellatrix, que se muestra en menores ocasiones, pero con más intensidad. Se caracteriza por su forma de ver las cosas, a veces, demasiado dura y cruel. No cuenta con ninguna clase de optimismo. Es, simplemente, demasiado realista. Sabe que la vida es dura y no se permite soñar.
A veces, sin embargo, adquiere de pronto, aunque sea tan sólo unos segundos, un comportamiento intermedio carente de extravagantes actos o de pesimistas palabras. Cuando esto ocurre es, simplemente, que Bellatrix se acerca de nuevo a la realidad. Si su estado psicológico lograra estabilizarse y Bell lograra madurar y superar su miedo, es probable que el proceso se revirtiese hasta que ella pudiera controlar de nuevo sus emociones.
Adora el chocolate pues, al igual que ella cubre su dolor con falso optimismo, este alimento camufla su amargura añadiendo grandes dosis de azúcar. Se siente, de alguna forma, identificada.
El accidente de sus padres no hizo que desease de querer una moto, lo que le acarreó un conflicto con su hermana mayor. Ella, simplemente, no quiere hacer que malos acontecimientos pasados hagan mella en lo que desea.
De alguna forma, Bellatrix se cree incapaz de enamorarse, pues su pensamiento infantil, pero adulto en el fondo, le hace creer que el amor está muy lejos.
Re: Eterna niñez. (Bellatrix Fox)
Bien! la historia de Bell! X3 humm...Ya no se que pensar de ella ._. es extraña o.o
Buena historia y gracias por la información! <.< *guarda en fichero Kôtei*
Buena historia y gracias por la información! <.< *guarda en fichero Kôtei*
Thobari Ryo- Administrador
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Re: Eterna niñez. (Bellatrix Fox)
Realmente la escena transcurre en apenas cuatro horas (ni eso, tal vez). Podría hacer otra que hablase, en general, de toooooooooooooooda su vida. Pero sería corta ...
Sé que es algo cutre, pero no estaba inspirada _ _||
Realmente el personaje de Bellatrix Fox me encanta. Es súper complicada, porque de pronto puede saltar otra de sus facetas y acaba saliendo algo inesperado.
Sé que es algo cutre, pero no estaba inspirada _ _||
Realmente el personaje de Bellatrix Fox me encanta. Es súper complicada, porque de pronto puede saltar otra de sus facetas y acaba saliendo algo inesperado.
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