Crónicas de un perver.
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Crónicas de un perver.
Marth por aquí ... Marth por allá ... Si la gente se fija, en el foro tengo dibujos de una tal Marth, a un tal Marth en un rol ... Y es que es uno de mis personajes más antiguos y elaborados, por lo que subiré su historia desde su punto de vista. :D Espero que os guste (un poco, al menos). Es rara con ganas.
Esta versión es una que él mismo cuenta suponiéndose a los 21 años, y, como él dice, estando a punto de morir. Aclarará la razón poco a poco.
1ª PARTE: El principio.
I - ENCANTADO DE CONOCERTE.
Mi nombre es Marth. Bueno, realmente es Matthiew, pero casi nadie lo usa … A día de hoy, me sorprendo a mí mismo escribiendo sobre mi, no tan lejana, adolescencia. Con 21 años y la muerte acechándome, he decidido terminar de contar mi pintoresca vida. Cuando abandone este mundo quiero ser recordado de alguna forma, aunque sólo sea como el soso de turno.
Mi historia comienza cuando tan sólo contaba con 15 primaveras … Y 15 inviernos, que no 15 veranos … Bueno … Realmente comienza el día que a mi padre y a mi madre les dio por … Ejem … El tema no es ese.
Lo que trato de contar es algo importante para mí … Y para cualquier joven … Es la complicada vida de un muchacho que, independientemente de su posición, también ríe, llora, se enamora o se enfada … Esa fase tan extraña de la vida en la que lo más insignificante tiene un valor inmenso … Puede que fueran los mejores años de mi corta vida. Ahora, no tanto tiempo después, lo recuerdo y siento añoranza de esos días … Si me permitieran regresar, sin duda lo haría.
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Yo iba subido sobre mi corcel, el que tantos años había deseado, que aún no tenía nombre. No recuerdo bien si hacía sol o estaba nublado. Esas cosas siempre se olvidan, excepto cuando carecen de importancia.
Mi caballo era marrón, como yo, y de aquella eso me dolía en el corazón. Tardé mucho en apreciar, gracias a muchas personas, las cosas buenas que tengo.
Recuerdo que paseé durante un rato y luego me detuve para que el animal bebiese en el río. He de admitir que mi mala suerte, que comenzó a los 10 años, y que aún no me ha abandonado, tuvo ganas de aparecer. Cuando cruzaba el puente ruinoso que atravesaba el río para echar una ojeada; este, inevitablemente, se rompió y caí al agua. Si tuviese que elegir algo que tenga en común con el marrón; si tan sólo fuera una cosa la que me permitiesen escoger, diría que mi elemento es la tierra; siempre y cuando no incluyamos el fuego. Debido a esta razón, como tierra que soy, me hundí como una piedra para, poco después, reaparecer en la superficie. Luego volví a hundirme y volví a reaparecer; y así sucesivamente. Esto sería lo que, 4 años después, denominarían estilo “Marth”, que es el único más ilógico que la braza, con la que ni se avanza ni “na”.
La corriente me arrastró como un cantante de rock desnudo a sus fans. Tampoco recuerdo demasiado de esto porque, sinceramente, cuando me golpeé contra una piedra que sobresalía perdí el conocimiento.
Si perder el conocimiento es similar a dormir, perder el conocimiento en un río será como dormir con un niño con incontinencia. No sabes como lo consigues, pero … El caso es que no te despiertas ni mojado. Me escama esto …
Mientras estuve inconsciente soñé cosas hermosas. Incluso me vi a mí mismo rubio. Fue bonito mientras duró …
Cuando abrí los ojos todo me daba vueltas, pero estaba sobre la orilla. Sobre mí, y con sobre no me refiero a “encima” sino más bien a “desde lo alto”, había dos ojos verdes que me miraban. Por supuesto, para los menos listos, esos ojos no flotaban en la nada; estaban bien colocados en la cara de una chica. He de admitir que si no la hubiera mirado a la cara no hubiera tenido esto tan claro, desgraciadamente.
Al instante me sentí incómodo. Me había visto inconsciente que, como he dicho, es parecido a dormir. Me pregunté si habría puesto alguna cara extraña o si, simplemente, ella me miraba por mi horrible marronciosidad. Decidí que ambas eran compatibles.
– Hola– me dijo con una sonrisa en la cara. Entonces pensé que seguramente me había pintado un bigote mientras dormía.
– Hola– respondí, o más bien, imité.
– Te has hundido, ¿sabías?
He de admitir que, de todas las presentaciones a las que ha asistido, esta es, desde lejos, la que menos comprendo. Sin embargo, mi falta de experiencia me hizo reaccionar de forma aburrida y sosa.
– Sé.
Mientras ella parloteaba alegremente, como si estuviera bromeando sobre el inexistente fin de semana en el que se había ido de camping conmigo, me dediqué a observarla.
Tenía el pelo rubio y sus ojos verdes, como he mencionado, parecían burlarse de mí diciendo “eres marrón”. Ahí se acababan sus pros … No es que fuese fea, pero … ¡No tenía pecho! Y aún si llevara falda, pues … Tendría carne que ver, pero ni eso … Después me fijé en su ropa mojada y dos opciones florecieron en mi mente. O era idiota y se duchaba con ropa, o me había salvado.
– Te … ¿Te duchas con ropa? – vale … El idiota fui yo. Agradezco que su respuesta no fuera “sí”. Creo que eso hubiera cambiado nuestra relación … Yo habría huido.
– No – contestó, pero no fue un no rotundo a lo “¡¿Qué dices?!”. Eso me dejó algo extrañado. No me habría sorprendido que añadiera un “¿Y tú?” al final. Lo cierto es que tampoco hoy en día me parecería raro.
– Entonces … ¿Me has sacado del río?–pregunté de nuevo, desde el suelo.
Ella asintió, sonriente. Fue suficiente para mí.
Me levanté, mojado como una bolsita de té verde sin escurrir, y comprobé que le sacaba unos 15 centímetros.
– Gracias por haberme salvado la vida– canturreé mientras hacía una reverencia algo exagerada–. Soy Marth, príncipe del país de los Pervers. Mi familia te recompensará por tu esfuerzo.
Ella no pareció sorprendida, ni mucho menos cohibida, ante la presencia de un miembro de la realeza.
– ¿Cómo te llamas … niña?– quise saber entonces y, ciertamente, creo que mi comentario la molestó en cierto grado; a pesar de que yo había pensado que esa era la palabra más adecuada para llamarla.
– Soy Samantha, Sam– me respondió. A raíz de eso se pasaría años maldiciéndose por haberme dado la versión larga de su nombre–. Princesa del país del Yodo.
Yo sí me sorprendí. Abrí tanto los ojos que, aún ahora, puedo presumir de haberlos tenido claros (de color blanco, exactamente).
Nunca me habría esperado que una chica que se paseaba así por la calle, ataviada de una forma tan poco elegante, con un carácter tan raro y tan plana fuese princesa.
En ese momento, no recuerdo si hubo palabras de por medio, apareció mi caballo y vino hacia mí.
–¡Uah!– exclamó ella; y si no fue esa la palabra exacta, fue algo similar.
Lo siguiente sí que lo recuerdo bien. Sam señaló a mi caballo y con la misma naturalidad de un niño de 4 años que ve un perro y dice “perrito”, dijo algo completamente fuera de lugar.
–Cerradura.
–Será herradura, ¿no?–le escupí con mi habitual falta de gracia–. Los caballos llevan herraduras.
Ella negó felizmente.
–No, no. Cerradura. Es su nombre.
Por primera vez en mi vida, que no última, mi expresión y la de mi caballo fueron idénticas.
–¡¿QUÉ?!
–¡¿IHH?!
He de aclarar que el segundo grito fue el de mi caballo, no el mío.
Pese a mi shock inicial, y superando cualquier clase de lógica, el nombre le quedó así. Supongo que, no te asustes, en el fondo me hizo gracia.
–¿Qué pasa?–la mirada que me dirigió, debido a su verdor, me hizo girar la cabeza con dolor– ¿No te gusta?
La miré. No, no te creas que la miré con esa libinidosa expresión que reservo para las rubias; ella era distinta.
Mi expresión fue la siguiente: la miré con el ceño fruncido y unos graciosos colmillitos sobresaliendo de mi boca, abierta en forma de trapecio regular.
–¡No! ¡No me gusta!
Alzó las cejas, indiferente. A veces he llegado a pensar que me hubiera gustado que mi falta de tacto la hubiese hecho llorar. Poder abrazar a una llorosa chica mientras digo “tranquila, tranquila” siempre fue uno de mis sueños … Pero resulta que no la vi llorar hasta mucho después, y yo no estaba en la posición adecuada para consolarla.
–¿No? Vaya … Pues es bonito.
Mi cara fue un poema: una fusión entre “¿Cuál es tu definición de bonito?” y “Vete a la mierda un rato”.
– En fin … Gracias por salvarme …–mascullé, ya de mal humor–. Ahora me voy.
Me giré sin esperar su respuesta y comencé a caminar con la cabeza bien alta. Demasiado alta … No fueron más de tres los pasos que di antes de tropezar y, es ridículo, caer de nuevo al río. Todo se volvió oscuro tras mi segundo “glub, glub, glub …”
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Cuando recobré el conocimiento una rubia estaba inclinada sobre mí. Me encontré volando por los hermosos cielos de la felicidad hasta ver quien era: Sam. Esto hizo que una fuerza descomunal me arrastrase hasta las terribles profundidades del infierno infernal. Chica-no-sexy = Tsk.
– Hola.
– Hola.
El saludo se repitió. Vale, sí, yo era horrible nadando y ella me había salvado dos veces. Esto dejaba varias cosas bien claras: que las clases de natación tan caras a las que había ido no estaban dando ningún fruto y que, a pesar de ser plana, merecía algún tipo de agradecimiento. Me levanté algo mareado, escurrí un poco mi camiseta y mis pantalones vaqueros y me dirigí a ella, sin demasiada ilusión.
– … Gra … Cias –mascullé sin mirarla, con las manos en los bolsillos y alargando mucho las pausas, como si fueran dos palabras diferentes.
Mientras miraba a … no ella … Observé un pequeño hilo de líquido carmesí, compuesto en su mayoría por glóbulos rojos, descendiendo letamente por mi brazo derecho.
– ¡¡Eso parece grave!! – gritó ella junto a mi oído.
– ¡¡¡No parece grave para nada y no me grites al oídooooo!!!
El corte ni me dolía, pero ella erre que erre.
– ¡Aquella es mi casa! – contestó (?!) ella señalando con su mano a … en fin … Su casa, que se dibujaba a lo lejos, borrosa, como una pesadilla lejana a la que yo, no quería acercarme.
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– Este es mi cuarto.
– A … já …
Miré a mi alrededor: un peluche aquí, un peluche allí, otro peluche allá … Sí, sí … Peluches muchos, pero orden poquillo.
– Siéntate- me pidió señalando su cama inundada de peluches-. Voy a curarte.
– En serio, mujer, no es necesario …
En serio, no era necesario. Es más … Creo que ya ni sangraba siquiera …
Y creo que ella no me oyó. Salió de su habitación, dejándome agradablemente solito, y volvió poco después, causándome un gran escalofrío, mientras mis ojos leían raudos y veloces lo que rezaba el recipiente que llevaba en la mano: “Yodo de ese del que duele”. Se sentó junto a mí y cogió un trozo de algodón. Sonrió.
– Tranquilo, no duele.
A ver … La frase en si, pues no da mal rollo, pero, yo leía la etiqueta y tan idiota no era. Sé que ella era capaz de rellenar un bote que pusiera “zumo” con sosa caústica, pero si en la etiqueta ponía que eso dolía, teniendo en cuenta mi suerte terrible y catastrófica, iba a doler.
– No creo que … pueda dar este paso … -tartamudeé nervioso por la repentina cercanía del líquido.
Ni caso, oye. Noté el primer contacto así como fresquito, pero luego todo cambió. Aquella sensación sólo podía compararse con la picadura de cien escorpiones africanos que habían comido chili o, quizá, simplemente con comer chili, no sé, puea nunca me ha picado un escorpión africano … Mis pupilas se dilataron, mis células chillaban de dolor y pude ver como una luz aparecía ante mí, llamándome.
– ¿Ves como no duele? – preguntó al terminar de torturarme cruelmente.
– Claro que no. Soy un macho. A mí no me duele nada de nada – mentí descarad … afirmé con una tranquila y varonil, por no decir sexy, sonrisa de hombre macho masculino.
Tras vendarme el antebrazo como si un dinosaurio enorme me hubiera mordido y, más que curar, quisiera apartar la herida de la vista, salió para volver a llevar los “elementos curativos" al laboratorio de venenos corrosivos del que habían salido.
Tampoco esta vez tardó demasiado en regresar. Yo sólo deseaba escapar, pero no pudo ser ni aquel día, ni el siguiente, ni el siguiente, ni el siguiente, ni el siguiente, ni el siguiente, ni el siguiente ni muchos otros días desués. Acabé resignándome primero, aceptándolo más tarde y, finalmente, acostumbrándome.
– ¡Ya está!
Parecía orgullosa y yo no iba a quitarle la ilusión, que siempre fui muy bueno.
– ¡Niña! ¡Tú no sabes vendar!
Volvió a pasar de mí, cosa que agradecí. Luego me cogió del brazo a lo bestia (del herido, dí) y me arrastró por su castillo de la misma forma que harían unos perros con un trineo. Que si “esto es el baño”, que si “aquello es el salón” … No me dejó en paz hasta que supe dibujar un plano de memoria (y sí, estoy exagerando mucho).
Tuve suerte y aquel día no me presentó a su familia, pues creo que me hubiera suicidado. Aún así, como mi destino es tener mala suerte, pues, tiempo después, los conocí de todos modos y … Aún recuerdo uno de los peores días que he vivido … Pero es que, cuando hay bebés de por medio, los padres se ponen muy serios …
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– ¿Volverás? – preguntó ella cuando, estando ya alto el sol, logré escabullirme hasta la puerta de la entrada, dejando bien claras mis intenciones de salir por patas de aquel lugar.
La miré unos segundos. Tal vez no tenía a nadie con quien divertirse y por eso actuaba de forma tan rara.. A lo mejor necesitaba a alguien con el que pasarlo bien y tener cierta … “Complicidad”. Me sentí algo apenado y, tal vez por eso, fui blando …
…
…
– No. Jamás.
Pensándolo bien … Estaba loca. No es que yo fuera malo. Consolando con ese razonamiento a la pequeña vocecilla interior que se sentía culpable, regresé a mi castillo en Cerradura con la incierta certeza de que jamás volvería a verla.
Buf ... Si has llegado aquí, eres un héroe XD
Esta versión es una que él mismo cuenta suponiéndose a los 21 años, y, como él dice, estando a punto de morir. Aclarará la razón poco a poco.
1ª PARTE: El principio.
I - ENCANTADO DE CONOCERTE.
Mi nombre es Marth. Bueno, realmente es Matthiew, pero casi nadie lo usa … A día de hoy, me sorprendo a mí mismo escribiendo sobre mi, no tan lejana, adolescencia. Con 21 años y la muerte acechándome, he decidido terminar de contar mi pintoresca vida. Cuando abandone este mundo quiero ser recordado de alguna forma, aunque sólo sea como el soso de turno.
Mi historia comienza cuando tan sólo contaba con 15 primaveras … Y 15 inviernos, que no 15 veranos … Bueno … Realmente comienza el día que a mi padre y a mi madre les dio por … Ejem … El tema no es ese.
Lo que trato de contar es algo importante para mí … Y para cualquier joven … Es la complicada vida de un muchacho que, independientemente de su posición, también ríe, llora, se enamora o se enfada … Esa fase tan extraña de la vida en la que lo más insignificante tiene un valor inmenso … Puede que fueran los mejores años de mi corta vida. Ahora, no tanto tiempo después, lo recuerdo y siento añoranza de esos días … Si me permitieran regresar, sin duda lo haría.
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Yo iba subido sobre mi corcel, el que tantos años había deseado, que aún no tenía nombre. No recuerdo bien si hacía sol o estaba nublado. Esas cosas siempre se olvidan, excepto cuando carecen de importancia.
Mi caballo era marrón, como yo, y de aquella eso me dolía en el corazón. Tardé mucho en apreciar, gracias a muchas personas, las cosas buenas que tengo.
Recuerdo que paseé durante un rato y luego me detuve para que el animal bebiese en el río. He de admitir que mi mala suerte, que comenzó a los 10 años, y que aún no me ha abandonado, tuvo ganas de aparecer. Cuando cruzaba el puente ruinoso que atravesaba el río para echar una ojeada; este, inevitablemente, se rompió y caí al agua. Si tuviese que elegir algo que tenga en común con el marrón; si tan sólo fuera una cosa la que me permitiesen escoger, diría que mi elemento es la tierra; siempre y cuando no incluyamos el fuego. Debido a esta razón, como tierra que soy, me hundí como una piedra para, poco después, reaparecer en la superficie. Luego volví a hundirme y volví a reaparecer; y así sucesivamente. Esto sería lo que, 4 años después, denominarían estilo “Marth”, que es el único más ilógico que la braza, con la que ni se avanza ni “na”.
La corriente me arrastró como un cantante de rock desnudo a sus fans. Tampoco recuerdo demasiado de esto porque, sinceramente, cuando me golpeé contra una piedra que sobresalía perdí el conocimiento.
Si perder el conocimiento es similar a dormir, perder el conocimiento en un río será como dormir con un niño con incontinencia. No sabes como lo consigues, pero … El caso es que no te despiertas ni mojado. Me escama esto …
Mientras estuve inconsciente soñé cosas hermosas. Incluso me vi a mí mismo rubio. Fue bonito mientras duró …
Cuando abrí los ojos todo me daba vueltas, pero estaba sobre la orilla. Sobre mí, y con sobre no me refiero a “encima” sino más bien a “desde lo alto”, había dos ojos verdes que me miraban. Por supuesto, para los menos listos, esos ojos no flotaban en la nada; estaban bien colocados en la cara de una chica. He de admitir que si no la hubiera mirado a la cara no hubiera tenido esto tan claro, desgraciadamente.
Al instante me sentí incómodo. Me había visto inconsciente que, como he dicho, es parecido a dormir. Me pregunté si habría puesto alguna cara extraña o si, simplemente, ella me miraba por mi horrible marronciosidad. Decidí que ambas eran compatibles.
– Hola– me dijo con una sonrisa en la cara. Entonces pensé que seguramente me había pintado un bigote mientras dormía.
– Hola– respondí, o más bien, imité.
– Te has hundido, ¿sabías?
He de admitir que, de todas las presentaciones a las que ha asistido, esta es, desde lejos, la que menos comprendo. Sin embargo, mi falta de experiencia me hizo reaccionar de forma aburrida y sosa.
– Sé.
Mientras ella parloteaba alegremente, como si estuviera bromeando sobre el inexistente fin de semana en el que se había ido de camping conmigo, me dediqué a observarla.
Tenía el pelo rubio y sus ojos verdes, como he mencionado, parecían burlarse de mí diciendo “eres marrón”. Ahí se acababan sus pros … No es que fuese fea, pero … ¡No tenía pecho! Y aún si llevara falda, pues … Tendría carne que ver, pero ni eso … Después me fijé en su ropa mojada y dos opciones florecieron en mi mente. O era idiota y se duchaba con ropa, o me había salvado.
– Te … ¿Te duchas con ropa? – vale … El idiota fui yo. Agradezco que su respuesta no fuera “sí”. Creo que eso hubiera cambiado nuestra relación … Yo habría huido.
– No – contestó, pero no fue un no rotundo a lo “¡¿Qué dices?!”. Eso me dejó algo extrañado. No me habría sorprendido que añadiera un “¿Y tú?” al final. Lo cierto es que tampoco hoy en día me parecería raro.
– Entonces … ¿Me has sacado del río?–pregunté de nuevo, desde el suelo.
Ella asintió, sonriente. Fue suficiente para mí.
Me levanté, mojado como una bolsita de té verde sin escurrir, y comprobé que le sacaba unos 15 centímetros.
– Gracias por haberme salvado la vida– canturreé mientras hacía una reverencia algo exagerada–. Soy Marth, príncipe del país de los Pervers. Mi familia te recompensará por tu esfuerzo.
Ella no pareció sorprendida, ni mucho menos cohibida, ante la presencia de un miembro de la realeza.
– ¿Cómo te llamas … niña?– quise saber entonces y, ciertamente, creo que mi comentario la molestó en cierto grado; a pesar de que yo había pensado que esa era la palabra más adecuada para llamarla.
– Soy Samantha, Sam– me respondió. A raíz de eso se pasaría años maldiciéndose por haberme dado la versión larga de su nombre–. Princesa del país del Yodo.
Yo sí me sorprendí. Abrí tanto los ojos que, aún ahora, puedo presumir de haberlos tenido claros (de color blanco, exactamente).
Nunca me habría esperado que una chica que se paseaba así por la calle, ataviada de una forma tan poco elegante, con un carácter tan raro y tan plana fuese princesa.
En ese momento, no recuerdo si hubo palabras de por medio, apareció mi caballo y vino hacia mí.
–¡Uah!– exclamó ella; y si no fue esa la palabra exacta, fue algo similar.
Lo siguiente sí que lo recuerdo bien. Sam señaló a mi caballo y con la misma naturalidad de un niño de 4 años que ve un perro y dice “perrito”, dijo algo completamente fuera de lugar.
–Cerradura.
–Será herradura, ¿no?–le escupí con mi habitual falta de gracia–. Los caballos llevan herraduras.
Ella negó felizmente.
–No, no. Cerradura. Es su nombre.
Por primera vez en mi vida, que no última, mi expresión y la de mi caballo fueron idénticas.
–¡¿QUÉ?!
–¡¿IHH?!
He de aclarar que el segundo grito fue el de mi caballo, no el mío.
Pese a mi shock inicial, y superando cualquier clase de lógica, el nombre le quedó así. Supongo que, no te asustes, en el fondo me hizo gracia.
–¿Qué pasa?–la mirada que me dirigió, debido a su verdor, me hizo girar la cabeza con dolor– ¿No te gusta?
La miré. No, no te creas que la miré con esa libinidosa expresión que reservo para las rubias; ella era distinta.
Mi expresión fue la siguiente: la miré con el ceño fruncido y unos graciosos colmillitos sobresaliendo de mi boca, abierta en forma de trapecio regular.
–¡No! ¡No me gusta!
Alzó las cejas, indiferente. A veces he llegado a pensar que me hubiera gustado que mi falta de tacto la hubiese hecho llorar. Poder abrazar a una llorosa chica mientras digo “tranquila, tranquila” siempre fue uno de mis sueños … Pero resulta que no la vi llorar hasta mucho después, y yo no estaba en la posición adecuada para consolarla.
–¿No? Vaya … Pues es bonito.
Mi cara fue un poema: una fusión entre “¿Cuál es tu definición de bonito?” y “Vete a la mierda un rato”.
– En fin … Gracias por salvarme …–mascullé, ya de mal humor–. Ahora me voy.
Me giré sin esperar su respuesta y comencé a caminar con la cabeza bien alta. Demasiado alta … No fueron más de tres los pasos que di antes de tropezar y, es ridículo, caer de nuevo al río. Todo se volvió oscuro tras mi segundo “glub, glub, glub …”
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Cuando recobré el conocimiento una rubia estaba inclinada sobre mí. Me encontré volando por los hermosos cielos de la felicidad hasta ver quien era: Sam. Esto hizo que una fuerza descomunal me arrastrase hasta las terribles profundidades del infierno infernal. Chica-no-sexy = Tsk.
– Hola.
– Hola.
El saludo se repitió. Vale, sí, yo era horrible nadando y ella me había salvado dos veces. Esto dejaba varias cosas bien claras: que las clases de natación tan caras a las que había ido no estaban dando ningún fruto y que, a pesar de ser plana, merecía algún tipo de agradecimiento. Me levanté algo mareado, escurrí un poco mi camiseta y mis pantalones vaqueros y me dirigí a ella, sin demasiada ilusión.
– … Gra … Cias –mascullé sin mirarla, con las manos en los bolsillos y alargando mucho las pausas, como si fueran dos palabras diferentes.
Mientras miraba a … no ella … Observé un pequeño hilo de líquido carmesí, compuesto en su mayoría por glóbulos rojos, descendiendo letamente por mi brazo derecho.
– ¡¡Eso parece grave!! – gritó ella junto a mi oído.
– ¡¡¡No parece grave para nada y no me grites al oídooooo!!!
El corte ni me dolía, pero ella erre que erre.
– ¡Aquella es mi casa! – contestó (?!) ella señalando con su mano a … en fin … Su casa, que se dibujaba a lo lejos, borrosa, como una pesadilla lejana a la que yo, no quería acercarme.
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– Este es mi cuarto.
– A … já …
Miré a mi alrededor: un peluche aquí, un peluche allí, otro peluche allá … Sí, sí … Peluches muchos, pero orden poquillo.
– Siéntate- me pidió señalando su cama inundada de peluches-. Voy a curarte.
– En serio, mujer, no es necesario …
En serio, no era necesario. Es más … Creo que ya ni sangraba siquiera …
Y creo que ella no me oyó. Salió de su habitación, dejándome agradablemente solito, y volvió poco después, causándome un gran escalofrío, mientras mis ojos leían raudos y veloces lo que rezaba el recipiente que llevaba en la mano: “Yodo de ese del que duele”. Se sentó junto a mí y cogió un trozo de algodón. Sonrió.
– Tranquilo, no duele.
A ver … La frase en si, pues no da mal rollo, pero, yo leía la etiqueta y tan idiota no era. Sé que ella era capaz de rellenar un bote que pusiera “zumo” con sosa caústica, pero si en la etiqueta ponía que eso dolía, teniendo en cuenta mi suerte terrible y catastrófica, iba a doler.
– No creo que … pueda dar este paso … -tartamudeé nervioso por la repentina cercanía del líquido.
Ni caso, oye. Noté el primer contacto así como fresquito, pero luego todo cambió. Aquella sensación sólo podía compararse con la picadura de cien escorpiones africanos que habían comido chili o, quizá, simplemente con comer chili, no sé, puea nunca me ha picado un escorpión africano … Mis pupilas se dilataron, mis células chillaban de dolor y pude ver como una luz aparecía ante mí, llamándome.
– ¿Ves como no duele? – preguntó al terminar de torturarme cruelmente.
– Claro que no. Soy un macho. A mí no me duele nada de nada – mentí descarad … afirmé con una tranquila y varonil, por no decir sexy, sonrisa de hombre macho masculino.
Tras vendarme el antebrazo como si un dinosaurio enorme me hubiera mordido y, más que curar, quisiera apartar la herida de la vista, salió para volver a llevar los “elementos curativos" al laboratorio de venenos corrosivos del que habían salido.
Tampoco esta vez tardó demasiado en regresar. Yo sólo deseaba escapar, pero no pudo ser ni aquel día, ni el siguiente, ni el siguiente, ni el siguiente, ni el siguiente, ni el siguiente, ni el siguiente ni muchos otros días desués. Acabé resignándome primero, aceptándolo más tarde y, finalmente, acostumbrándome.
– ¡Ya está!
Parecía orgullosa y yo no iba a quitarle la ilusión, que siempre fui muy bueno.
– ¡Niña! ¡Tú no sabes vendar!
Volvió a pasar de mí, cosa que agradecí. Luego me cogió del brazo a lo bestia (del herido, dí) y me arrastró por su castillo de la misma forma que harían unos perros con un trineo. Que si “esto es el baño”, que si “aquello es el salón” … No me dejó en paz hasta que supe dibujar un plano de memoria (y sí, estoy exagerando mucho).
Tuve suerte y aquel día no me presentó a su familia, pues creo que me hubiera suicidado. Aún así, como mi destino es tener mala suerte, pues, tiempo después, los conocí de todos modos y … Aún recuerdo uno de los peores días que he vivido … Pero es que, cuando hay bebés de por medio, los padres se ponen muy serios …
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– ¿Volverás? – preguntó ella cuando, estando ya alto el sol, logré escabullirme hasta la puerta de la entrada, dejando bien claras mis intenciones de salir por patas de aquel lugar.
La miré unos segundos. Tal vez no tenía a nadie con quien divertirse y por eso actuaba de forma tan rara.. A lo mejor necesitaba a alguien con el que pasarlo bien y tener cierta … “Complicidad”. Me sentí algo apenado y, tal vez por eso, fui blando …
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– No. Jamás.
Pensándolo bien … Estaba loca. No es que yo fuera malo. Consolando con ese razonamiento a la pequeña vocecilla interior que se sentía culpable, regresé a mi castillo en Cerradura con la incierta certeza de que jamás volvería a verla.
Buf ... Si has llegado aquí, eres un héroe XD
Re: Crónicas de un perver.
;_____________; Está subida ;^; Me hace taaan feliz T___T Tras ... 6 años ... por fin alguien podrá saber quiénes son ... (y siento que no aporto nada ;______;. Subiré algo, lo prometo ;O; (será mi propósito para el 2010 ò.o). Pues eso, qué me alegra que esté subida ^^. Así podré saber más cosas de nuestro querido protagonista : D.
Ña, como ya sabrás, yo los adoro a todos y cada uno de ellos ... Y sí, puede que, como más adelante supongo que vereis, Sam no es genial o no es realmente adulta o, simplemente, no es como esperabais, pero yo la quiero, y nadie la cambiará. Y sí, sé que me meto muchíiiisimo con Marth, pero, realmente, lo adoro. Y sí, puede que algunos pensarán que 6 años con esto es una chorrada ... pero es nuestra chorrada y como co-creadora (: D no del fic en sí, sino de la historia : D) no permitiré que nadie se meta con ellos ò__o, porque 6 años son muchos y me parece que estos personajillos son la mejor cosa que hemos realizado : ), los mejores personajes, a mi parecer, que hemos creado (aunque yo apenas haya creado a 5, y aunque sólo aparezca uno, me da igual u,u). Sinceramente, para mí son los personajes más humanos que tenemos y sé que ahora os parecerá una tontería a todos los lectores, pero que sepais que en el futuro las cosas cambiarán, ya vereis.
Y eso, que los adoro ♥ y que los defenderé siempre u,u (ya sabes, Ryo XD) y que prometo subir algo de mi ninia : )
Pd. EL titulo no es que sea de mi agrado al 100%, pero otro no se le podía poner xDDD (;___; algún día te ayudaré con ésto ;_______;)
Ña, como ya sabrás, yo los adoro a todos y cada uno de ellos ... Y sí, puede que, como más adelante supongo que vereis, Sam no es genial o no es realmente adulta o, simplemente, no es como esperabais, pero yo la quiero, y nadie la cambiará. Y sí, sé que me meto muchíiiisimo con Marth, pero, realmente, lo adoro. Y sí, puede que algunos pensarán que 6 años con esto es una chorrada ... pero es nuestra chorrada y como co-creadora (: D no del fic en sí, sino de la historia : D) no permitiré que nadie se meta con ellos ò__o, porque 6 años son muchos y me parece que estos personajillos son la mejor cosa que hemos realizado : ), los mejores personajes, a mi parecer, que hemos creado (aunque yo apenas haya creado a 5, y aunque sólo aparezca uno, me da igual u,u). Sinceramente, para mí son los personajes más humanos que tenemos y sé que ahora os parecerá una tontería a todos los lectores, pero que sepais que en el futuro las cosas cambiarán, ya vereis.
Y eso, que los adoro ♥ y que los defenderé siempre u,u (ya sabes, Ryo XD) y que prometo subir algo de mi ninia : )
Pd. EL titulo no es que sea de mi agrado al 100%, pero otro no se le podía poner xDDD (;___; algún día te ayudaré con ésto ;_______;)
Gray- Cerbero Diseñador
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Fecha de inscripción : 31/12/2008
Re: Crónicas de un perver.
XD Yo tabién me la leí toda, ¡TODA! XD La verdad... casi ni me acordaba de como empezó XD. Me gusta como lo narraste, aunque siento ganas de que Sachiko aparezca XD. Animo y sigue escribiendo!
Mientras leí la historia Marth me cayó peor que Sam... pero sé que eso va a cambiar... ¬¬ ¿verdad Gray? XD
Mientras leí la historia Marth me cayó peor que Sam... pero sé que eso va a cambiar... ¬¬ ¿verdad Gray? XD
Re: Crónicas de un perver.
Con esta vez ya van cuatro lecturas y aun me rio y me reiré con lo de yodo del que duele XD
Estefano- Zou-Yasha
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Re: Crónicas de un perver.
vale vale yo, como no se que decir solo citaré XD
lol
A eso se le llama "tacto" u,u XDDDD
si no se consuela quien no quiere hombre!! XDD
aii sip, yo había leido el principio de esto pero no entero así que...soy un Hero!! *0*
XD
- No, no de ese que hace cosquillas,no u,u XDDD“Yodo de ese del que duele”
A ver … La frase en si, pues no da mal rollo, pero, yo leía la etiqueta y tan idiota no era. Sé que ella era capaz de rellenar un bote que pusiera “zumo” con sosa caústica, pero si en la etiqueta ponía que eso dolía, teniendo en cuenta mi suerte terrible y catastrófica, iba a doler.
lol
Parecía orgullosa y yo no iba a quitarle la ilusión, que siempre fui muy bueno.
– ¡Niña! ¡Tú no sabes vendar!
A eso se le llama "tacto" u,u XDDDD
Estaba loca. No es que yo fuera malo
si no se consuela quien no quiere hombre!! XDD
aii sip, yo había leido el principio de esto pero no entero así que...soy un Hero!! *0*
XD
Thobari Ryo- Administrador
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